Recuerdo que cuando yo era pequeña me gustaba ir a un restaurante con mi familia. Una noche fuimos a comer en un restaurante cerca de casa para celebrar el cumpleaño de mi madre.
Pedí una sopa de tomate y un bistec con ensalada. El camarero que nos sirvió era muy joven y nos dijo que era su primera día.
Después algunos minutos vi que se caminaba a nuestra mesa con los platos preparados. De repente una señora sentada en otro mesa se levantó y se chocó con él. Todos los platos caeron en tierra y la sopa manchò el vestido blanco de la senora. El camarero se disculpó, avergonzado, pero por suerte la señora no se enojó porque los dos eran cupables.